El misterio del horror: Reflexiones sobre el lado oscuro de la humanidad



Título original: Harriet Elizabeth Jenkins, 1934 Traducción: Catalina Martínez Muñoz


¡Hola amantes del misterio!, bienvenidos a un nuevo capítulo de la locura humana que todos hemos estado buscando. Hoy les traigo una historia escalofriante que nos recuerda que detrás de la fachada de la civilización y la decencia puede haber un abismo de oscuridad. “Golpeada con dureza” es una frase que puede sonar a la ligera, pero en este caso, captura con precisión la vida de una mujer que ha sido despojada de su humanidad y relegada al rol de víctima en un juego macabro.



Imaginemos por un momento a Harriet, una mujer atrapada en un hogar donde la compasión ha dado paso a la deshumanización. A lo largo de los años, se convierte en un objeto; un medio para un fin, donde su único propósito es servir a las necesidades de quienes la rodean. Pero la crueldad no tiene límites, y el destino le depara un golpe aún más duro cuando su hijo, un niño tan silencioso como ella, muere bajo circunstancias que se asemejan más a una pesadilla que a la vida real. La reacción de estos seres sin escrúpulos está lejos de ser la que uno esperaría: se deshacen del cuerpecito como si fuera un simple estorbo, sin un ápice de remordimiento.


Es difícil no sentir un escalofrío recorriendo la espalda al pensar en cómo los habitantes de esa casa han dejado de ver a Harriet como un ser humano. Ella se convierte en un símbolo de lo que desechan; un instrumento que les lleva al objeto más codiciado en sus vidas: el dinero. En su aislamiento, perdemos la noción de quién fue alguna vez. Se convierte en una sombra, un animal sin raciocinio, ajena al mundo exterior, hasta que un día deja de mostrar signos de vida.




Los cómplices de su miseria, alarmados por lo que parece ser un desenlace inevitable, deciden actuar. La llevan a la ciudad, tratando de cubrir sus propias trazas de culpa, alegando un malestar repentino que requiere atención médica. Pero la verdad se hace evidente cuando, tras certificar su muerte, la enfermera observa el cuerpo marcado por el maltrato físico y la extrema desnutrición. El espectáculo es devastador: la acumulación de suciedad y los piojos que infestan su piel son testigos mudos de un sufrimiento indescriptible.


Y aquí es donde la historia cobra un nuevo giro. Los cuatro desalmados, antes intocables en su mundo de privilegios, se ven arrastrados a la justicia. El juicio trae consigo un torbellino de emociones y revelaciones, exponiendo sus actos atroces ante la mirada atónita de la sociedad. Sin embargo, sorprendentemente, Alice queda absuelta. ¿Acaso su ignorancia o complicidad pasiva la eximieron? Las preguntas siguen flotando en el aire, como ecos de una tragedia que jamás debería haberse permitido.


Esta historia de horror y deshumanización me recuerda a la fascinación que tuvo Elizabeth Jenkins por esos crímenes oscuros que sacudían la tranquilidad de las zonas residenciales. Como miembro del grupo de Bloomsbury y fundadora de la Jane Austen Society, su amor por la narrativa biográfica contrastaba de manera inquietante con su interés en el lado más sombrío de la naturaleza humana. Su obra “El misterio de Penge” atrae la atención por su audacia al explorar lo macabro; la misma curiosidad que compartió Agatha Christie en su búsqueda de lo inusual.


Jenkins, al igual que muchos escritores obsesionados con el crimen, se convirtió en una especie de detective literario. Ellos no solo se limitaban a narrar sucesos; se sumergían en los detalles, en cada pequeño rincón del caso, buscando respuestas en lugares que otros habrían pasado por alto. Se reunían con testigos, entrevistaban a expertos, leían documentos legales y recopilaban notas en interminables montañas de papeles. Cada página contenía fragmentos del horror humano que habían experimentado esos que caen en las manos de seres desprovistos de humanidad.


Mientras tanto, yo me pregunto, ¿qué motiva a estos escritores a hurgar en las entrañas del horror? Tal vez sea un intento de comprender el lado oscuro de la condición humana, una necesidad de desenterrar verdades incómodas que se esconden bajo la superficie de una sociedad que tiende a ignorarlas. A medida que las horas se convierten en días, estos escritores no solo buscan relatar hechos; viven y respiran el sufrimiento que exploran, anhelando dar voz a los que fueron despojados de la suya.


Finalmente, la obra que surge de este ejercicio literario se transforma en un reflejo del peor instinto del hombre. Una mezcla de ensayo periodístico y novela que atrapa al lector, llevándolo a cuestionar no solo la naturaleza del crimen, sino también el tejido moral de nuestra sociedad. La ovación del público, aunque merecida, también plantea interrogantes sobre nuestra sed de morbo y la fascinación por el dolor ajeno.


Así que, mientras nosotros, los amantes del misterio, navegamos por estas aguas turbias, recordemos siempre que detrás de cada historia de horror hay una realidad compleja y desgarradora. No se trata solo de un cuento de ficción; es una invitación a reflexionar sobre nuestra relación con el sufrimiento, tanto el ajeno como el propio. Y, quizás, la lección que debemos aprender es que la verdadera humanidad reside en nuestra capacidad de empatizar, incluso en los relatos más oscuros.


Hasta la próxima, sigamos indagando en los secretos que nos rodean y nunca dejemos de cuestionar el mundo en el que vivimos. El misterio sigue vivo, y nosotros somos los arqueólogos de su sombría historia.







Comentarios

  1. Este libro lo leí para la primera parada del reto La vuelta a mundo en 12 libros del año pasado. Y después de leer 'A sangre fría' de Truman Capote creo que es su más claro precedente como true-crime aunque este último crea haber inventado algo, yo creo que esta mujer se le adelantó. Sobra decirte que me gustó muchísimo, a pesar de lo espeluznante de lo allí narrado. Y de ser este tipo de comportamiento más común de lo que cabría esperar.
    Como digo en mi post, la época victoriana fue un tiempo de contrastes, con la revolución industrial de fondo y caldo de cultivo de gentes muy insatisfechas con una vida muy esclavizada y viviendo hacinados, mientras contemplaban a los más pudientes pasarlo infinitamente mejor que ellos. Con esto no justifico nada, pero el ambiente no podía crear nada bueno con tanta desigualdad.
    Esta autora se creía incapaz de crear algo meramente imaginativo y, por eso, y porque tenía un hermano abogado que le proporcionaba los casos, escribió este tipo de cosas. Pero no me negarás que era totalmente genial. A pesar de lo feo de este caso. Sí que puede haber mucho de morbo, como bien dices, pero creo que estos casos hay que airearlos para hacer justicia a las víctimas y para poder identificar este tipo de comportamientos antes de que sea tarde.
    Un beso.

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    1. ¡Hola!

      Qué interesante tu reflexión sobre "Hether" de Elisabeth Jenkins y cómo se conecta con "A sangre fría". Es cierto, el true-crime ha tomado mucha popularidad en los últimos años, pero a veces parece que se pasa por alto el trabajo de autoras como Jenkins que, aunque escribieron hace más tiempo, sentaron las bases de este género. La manera en que Jenkins aborda los crímenes, no solo como actos aislados, sino como producto de un contexto social muy complejo, es fascinante.

      La época victoriana, como bien mencionas, es un periodo lleno de contrastes. Por un lado, está la revolución industrial, con todo su desarrollo y progreso; y por el otro, la dura realidad de la vida cotidiana de muchos. Esa insatisfacción, ese hacinamiento, esa lucha por la supervivencia eran el pan de cada día para muchas personas. Me parece que Jenkins logró captar esa dualidad, mostrando que el comportamiento humano a menudo nace de circunstancias desesperadas.

      Es válido cuestionar hasta qué punto el contexto justifica esas acciones, aunque nunca se justifique el crimen en sí. Pero al poner en primer plano estas historias oscuras, creo que también se pueden generar discusiones importantes sobre la naturaleza humana y los factores sociales que pueden influir en ella. Además, el hecho de que Jenkins se sintiera incapaz de inventar algo completamente ficticio añade otra capa a esta conversación. Hay algo muy poderoso en contar historias verdaderas, no solo para hacer justicia a las víctimas, sino también para poner de manifiesto los problemas que afectan a la sociedad.

      Y esa tensión entre el morbo y la necesidad de entender lo que pasó es algo que siempre estará presente en estos relatos. Si bien puede haber un componente de curiosidad malsana, hay que reconocer que sacar a la luz estos casos puede ayudar a crear conciencia sobre comportamientos peligrosos y problemáticos. La identificación temprana es crucial para prevenir que sucesos similares se repitan. Es como si al iluminar la oscuridad, pudiéramos encontrar maneras de evitar que otros caigan en las mismas trampas.

      Por supuesto, entiendo que hay quienes prefieren mirar hacia otro lado, quizás porque enfrentar la dureza de la realidad resulta incómodo. Pero si nadie habla de estos temas, ¿cómo podemos esperar que cambien las cosas? La valentía de Jenkins para exponer lo feo de la vida y la complejidad del ser humano es una lección que sigue resonando hoy en día.

      En fin, estoy de acuerdo contigo en que “Hether” es una obra magistral, a pesar de su contenido perturbador.

      Un beso y gracias por compartir tus pensamientos.

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    2. Y gracias a ti por hacer un análisis tan exhaustivo y, en mi opinión, certero de la obra.
      Un beso.

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